La primera mitad del año proyectó uno de los peores resultados en los mercados de valores desde 1970; aun así, se descuenta la posibilidad de una recesión.

Los mercados de valores proyectaron uno de los resultados más negativos en los últimos 50 años, durante el primer semestre de este año. La bolsa de E.E.U.U. cayó más de 20 %, mientras otros mercados -como Europa y Mercados Emergentes- experimentaron caídas de 24 % y 17 %.

Asimismo, los bonos de la mejor calidad crediticia y los bonos de mercados emergente experimentaron caídas de 22 % y 21 %. Esto provocó una caída casi generalizada en todas las clases de activos. Ello se explica, principalmente, por dos riesgos que han generado pánico entre los inversionistas: la inflación y las perspectivas de crecimiento.

Hablemos sobre inflación

Desde el punto de vista de la demanda

Debido a los cierres ocasionados por el COVID durante 2020 y 2021, surgieron dos eventos importantes.

El primero, un incremento en el stock de ahorro de las personas, sobre todo en los países desarrollados.

El segundo, una demanda acumulada importante, sobre todo en el deseo de servicios como vacaciones.

Desde el punto de vista de la oferta

El incremento en costos por energía y materias primeras, así como restricciones en la cadena de suministros y la escasez de mano de obra, presionaron los costos productivos al alza. Con todo ello, la inflación registró uno de los niveles más altos en 40 años (8.6 %), ocasionando pánico en los mercados financieros. Pánico que podría ser exagerado, en la medida en que muchos de los componentes que generaron la inflación no deberían seguir incrementándose el próximo año, como por ejemplo el costo de gasolina o vehículos.

¿Y en cuanto a las perspectivas de crecimiento?

Por el lado de las perspectivas de crecimiento, los analistas consideran que la FED, en su búsqueda por controlar la inflación, retirará gran parte de los estímulos monetarios que contribuyeron a incentivar la inflación de demanda, restringiendo la liquidez en los mercados financieros y subiendo la tasa de interés hasta 3.5 %.

En teoría, ello sería contractivo para el crecimiento económico y, dependiendo de la magnitud de los ajustes, podría poner en riesgo la senda de crecimiento.

Ante ello, muchos han interpretado las acciones de la FED como algo que podría gatillar una recesión, y eso se ve reflejado no solo en una fuerte caída en los mercados financieros, sino también en deterioro en las expectativas de crecimiento económico. No obstante, la economía real hasta ahora no refleja estas expectativas. El nivel de empleos disponibles, por ejemplo, está cerca de su nivel más alto en diez años. Los salarios siguen aumentando de forma importante y el desempleo se mantiene cerca a los niveles prepandemia.

Los mercados ya están descontando una alta probabilidad de que ocurra una recesión; sin embargo, ello aún es incierto, pues la data económica todavía no es concluyente.

En caso la recesión no ocurra o esta sea más leve de lo esperado, los mercados estarían exagerando la caída, como suele ocurrir muchas veces.

Columna de opinión publicada en el diario “El Comercio”