En las últimas semanas, los riesgos políticos han seguido marcando la pauta para el desempeño de los mercados financieros. Esta vez fue Brasil, cuya crisis política alcanzó su pico en los últimos días luego de que se diera a conocer un audio en el que el presidente Michel Temer presuntamente negociaba el pago de un soborno. Ese día, los mercados financieros reaccionaron drásticamente: la bolsa brasileña cayó más de 10% y el real brasileño, 8%.

Temer asumió el cargo de presidente hace menos de un año de manera interina, luego de que la presidenta Dilma Rousseff fuese destituida en medio de una grave crisis económica y política en Brasil, con escándalos de corrupción explotando a todo nivel.

En medio de esta crisis, el gobierno de Temer estaba haciendo un buen trabajo en el manejo económico, llegando a controlar los niveles de deuda e inflación y enfocándose en hacer las reformas necesarias para sentar las bases de un crecimiento más sólido. A pesar de algunos cuestionamientos hacia Temer, los analistas veían con optimismo su gobierno, pues se consideraba que este sería clave para crear conciencia de que eran necesarias una serie de reformas económicas para que el país pueda estabilizar sus finanzas públicas y ser más competitivo.

Si bien su popularidad ya era muy baja, ello se explicaba principalmente porque las reformas que estaba tratando de impulsar eran impopulares en el corto plazo, pero al mismo tiempo ofrecían un alto beneficio para el país en el largo plazo. Entre ellas, la reforma del sistema de pensiones. Para un país en donde el costo de las pensiones públicas representa casi el 40% del gasto fiscal, es insostenible este sistema y reformarlo resulta crucial para lograr una estabilidad fiscal y un crecimiento económico sostenible. La esperanza era que Temer, que no tenía intenciones aparentes de reelegirse como presidente, tendría los incentivos para hacer las reformas necesarias, que un político tradicional no las hubiese priorizado, pues estas tienen un alto grado de impopularidad en el corto plazo.

De acuerdo con los analistas políticos, antes del último escándalo, era bastante probable que Temer hubiese logrado aprobar las medidas. Sin embargo, en este nuevo contexto ya no tendría el apoyo político suficiente y las reformas planteadas podrían quedar en el aire, y por ende el futuro económico de Brasil no sería tan optimista. En caso de que el mandatario pueda sortear las acusaciones y permanecer en el cargo, el daño político ya habría sido muy grande, por lo que su gobierno se debilitaría. Por otro lado, en el caso de la elección de un nuevo presidente para cumplir el resto del mandato hasta el 2019, las condiciones de gobernabilidad podrían seguir siendo limitadas.

El panorama político en Brasil hoy es más complejo e incierto que hace un año, cuando el Congreso estaba considerando la acusación de Rousseff. La incertidumbre política y la duración de esta serían muy nocivas para el país más grande de la región. Por lo tanto, es indispensable que los problemas políticos actuales se resuelvan con rapidez, lo cual no se ve muy probable.

Artículo publicado en El Comercio.